jueves, 28 de enero de 2010

La tragedia en Haití, Naturaleza o Sistema


El articulo que reproducimos a continuación es del Semanario Revolución Obrera # 287, Órgano de la Unión Obrera Comunista MLM, acerca la situaciòn de Haitì y sus verdaderos responsables.


El Semanario lo pueden encontrar en el siguiente Link:
www.revolucionobrera.com 





La tragedia en Haití,
Naturaleza o Sistema


Acabamos de sentir un temblor en Haití; aquí todos estamos bien...
¡Recen por los que están en los barrios de las chabolas!”


Fue tal vez esta la primera frase que circuló por los medios digitales de Facebook y Google, los primeros en registrar la horrorosa tragedia que cegó la vida de un número indeterminado e indeterminable de seres humanos que según cuentas podría estar cerca de los 200.000. La frase fue escrita por un internauta de uno de los pocos barrios acomodados de la ciudad de Puerto Príncipe, quien luego de haber pasado el movimiento telúrico, expresó de esta manera tan acertada lo que había sucedido en este país centroamericano. La naturaleza ha hecho de las suyas sobre una parte de la Isla, pero algo ha salido a flote, como en muchos otros casos en el mundo: quienes sufren más son los pobres, los miserables, el pueblo que en este sistema jamás estará preparado. Las chabolas de Puerto Príncipe se convirtieron en un cementerio, las pocas calles y los escombros de las endebles viviendas fueron la sepultura de miles de personas a quienes jamás habían instruido, mucho menos preparado para cuando tuvieran que afrontar esta situación.


La magnitud de la tragedia


Para una población de cerca de 9 millones de habitantes, y una ciudad con 3 millones, la muerte de más de 200 mil es una cantidad inmensa, 6,6% de la población ha resultado muerta, y más del 50% damnificada por un sismo, que si bien fue fuerte, no ha superado muchos que han tenido que enfrentar en otras regiones del planeta; en China, por ejemplo, el 12 de mayo de 2008, se sintió un movimiento telúrico de 7,8 puntos, el cual afectó a más de 80 millones de personas, y fue considerado una tragedia; allí hubo 78.676 muertos. La enorme cantidad de muertos en Haití no es por ello, responsabilidad de un fenómeno natural, sino la consecuencia de un sistema que ha condenado a este pueblo a la más completa miseria y desatención. Las construcciones cedieron ante el terremoto, desplomándose como un castillo de naipes dejando en evidencia que las normas antisísmicas no son tenidas en cuenta; ya no solo para el pueblo, sino incluso para las principales edificaciones de la capital; los pocos edificios quedaron en ruinas y según muestran las imágenes satelitales, la destrucción pudo haber sobrepasado el 70%.
Contrario a lo que muchos esperan, y que la mayoría quisiera, a medida que pasan las horas y los días, la tragedia aumenta. La desesperación se apodera de quienes deambulan por las calles sin rumbo a la espera de un algo para comer y de un lugar donde dormir, los desórdenes y saqueos son ahora mostrados por los medios de comunicación como un fenómeno negativo para la situación, haciendo aparecer a las masas -víctimas de la tragedia- como simples bandidos que deben ser reprimidos por las fuerzas del orden. Los imperialistas de Estados Unidos enviaron en pocas horas 7.500 mariners completando más de 13.000, que han llegado para reprimir al pueblo, para asesinar a quienes se atreven a exigir comida. Es dramática y completamente absurda la forma como la represión se mueve a una velocidad muy superior a las ayudas, y antes que llegarles comida lo que están recibiendo es garrote y balas. La tragedia aumenta, no precisamente, por culpa del pueblo, sino por la incapacidad de un sistema que es literalmente impotente para resolver cualquier cosa. Y no es una exageración, hasta el embajador de Colombia en República Dominicana, el asesino General Mario Montoya, reporta que la hambruna es un fenómeno que se vive en las calles de Puerto Príncipe, que las calles se mantienen llenas de cadáveres, y que no se ve solución. El Hambre sigue matando al pueblo de Haití, mientras los mismos medios de comunicación informan de las toneladas de comida que se represan en las bodegas del aeropuerto; a toda hora están llegando aviones cargados de alimentos, frazadas, medicinas, dinero, y todo de tipo de ayuda que desde muchos países, envían para contribuir a reducir los efectos de la tragedia; pero… ni siquiera para administrar las ayudas sirve el capitalismo, la incapacidad de este sistema salta a la vista ante el hecho palpable de que no logra, ¡con la ayuda de todo el mundo! resolver la situación
de 2 millones de personas. Los imperialistas son capaces de trasladar en cuestión de horas toneladas de armamento y miles de hombres para enfrentar una guerra, para agredir a una nación, o para invadir un territorio, pero, para ayudar al pueblo de Haití, lo único que hacen es bulla, emitir mensajes lastimeros y entregar unas simples migajas para quedar bien ante el mundo.
El capitalismo es completamente incapaz de resolver este problema, pues es preferible que la comida se pierda en el aeropuerto a que sea entregada sin control, o que los sobrevivientes sigan padeciendo en las calles mientras comida, carpas, frazadas, medicina esperan en el aeropuerto la tramitomanía del aparato burocrático estatal; el pueblo necesita la ayuda de inmediato, pero el sistema se atraviesa para resolverlo.
Eso, sin contar la inmensa cantidad que es hurtada por funcionarios corruptos, por ladrones de cuello blanco que hacen de la tragedia del pueblo un lucrativo negocio.
Pero, todo ello tiene una explicación de fondo y contundente; el capitalismo es incapaz de enfrentar esta situación, pues la clave es la organización y movilización de las masas mismas; solo mediante la propia organización de la población, mediante el orden impartido por la misma dinámica del pueblo organizado se puede hacer frente a cualquier desastre y solo así se puede hacer una administración más simple, más efectiva, mas rápida. El pueblo organizado por grupos, por cuadras, por barrios, o por cualquier otra forma, con órganos de control y dirección, con responsables y encargados por tareas y
por horarios, es capaz de hacer una distribución, control y cuidado de todas las ayudas; y solo así, es capaz de darse a la tarea, y de inmediato, de iniciar una verdadera reconstrucción; sus manos y sus cabezas, la fuerza de las masas estaría completamente dispuesta a ocupar su papel. Pero… al capitalismo le importa un comino la organización del pueblo, es más, se opondría con las armas si fuera necesario si desde dentro de la población surgiera una forma de organización independiente. Esa es la gran diferencia. La tragedia del pueblo haitiano continuará lamentablemente, mientras siga dependiendo de las clases reaccionarias, del imperialismo, o de la falsa filantropía humanista de la socialdemocracia.


Un pueblo miserable, víctima de la naturaleza, pero sobre todo del sistema.


La tragedia que vive el pueblo por el terremoto, no es mayor a la que ha tenido que soportar por décadas de dominación, expoliación y muerte. La tragedia de Haití se remite al aislamiento del que fue víctima por parte de Estados Unidos cuando la rebelión de los esclavos expulsó al ejército francés, convirtiéndose en fuente de inspiración para los miles que soportaban esta forma de dominio en varios países de América, y claro en el propio Estados Unidos. El cerco económico llevó a la población a una situación deprimente que se aumentó por decenas gracias a los gobiernos ultrarreaccionarios y dictatoriales que han martirizado al pueblo haitiano. De ello, ha adolecido sobre todo desde la segunda guerra mundial, por el año de 1945 cuando fue instaurada una junta militar que fue sucedida por François Duvalier en 1957 y quien gobernó hasta 1971 cuando murió, siendo sucedido por su hijo de 19 años Jean Claude Duvalier, quien se mantuvo en el poder hasta 1986. Una dinastía que se sostuvo gracias al terror desembozado y a todo tipo de artimañas como reformas constitucionales, reelecciones fraudulentas, cierres de parlamentos. Duvalier impuso una total represión, prohibió los partidos de la oposición, impuso el Estado de sitio y obligó a que el Parlamento lo autorizara para gobernar por decreto. Creó una organización paramilitar conocida como Tontons Macoutes, que sembró el terror para sofocar cualquier tipo de resistencia. En 1986, una revuelta popular obligó a Duvalier a salir del país y exiliarse en Francia. Todo, claro está, con el beneplácito y apoyo de los imperialistas encabezados por Francia y Estados Unidos. Luego de ello, varias juntas militares gobernaron el país, hasta que en 1990 unas elecciones llevaron a la presidencia al cura Jean Bertrand Aristide como “ala de izquierda” en oposición a la ultraderecha reaccionaria, un gobierno que sólo resistió hasta el 30 de septiembre de 1991 cuando fue derrocado por un golpe militar. La violencia contra el pueblo no cesó, y ahora era acusado de apoyar a Aristide, quien luego, por el año de 1993 volvería al gobierno después de varios años de
presión y bloqueos a la Isla.
Los años tormentosos no se detenían, una guerra interna continuó sumiendo a Haití, y las intentonas golpistas no cesaron nunca; Aristide se mantuvo en el poder hasta que tuvo que salir huyendo en calidad de refugiado político para África en el año 2003.
Desde 2004 los imperialistas a través de la ONU mantienen una misión en Haití con presencia militar, con la disculpa de una ayuda humanitaria, pero
la realidad es muy otra, pues la miseria, el hambre y el desempleo campean por las calles de Puerto Príncipe. Ejércitos de varios países inundan Haití, encabezados por fuerzas de Estados Unidos, Francia y Canadá; junto a ellos, más de 35 países han enviado tropas, en una supuesta labor humanitaria, que lo único que ha hecho es masacrar a la población y reprimir cualquier tipo de protesta. La intervención militar tiene un sólo objetivo: garantizar por la vía del control armado el mantenimiento de gobiernos títeres.
Son varias décadas donde la población ha tenido que soportar una represión brutal y unas condiciones de miseria sostenidas por el poder de los imperialistas, los mismos que hoy, tras el terremoto, se llenan la boca con sus falsos discursos humanistas, tan falsos e hipócritas que jamás podrán tapar su culpa de desolación en que han mantenido a Haití por décadas y décadas.
El pueblo de Haití requiere con urgencia la solidaridad; pero una solidaridad efectiva, que pase por encima de los aparatos reaccionarios y que llegue verdaderamente a las manos del pueblo. Las organizaciones obreras y cualquier forma de organización de masas están en mejores condiciones para brindar el apoyo que el pueblo de Haití necesita. Y hoy más que nunca las voces de las masas en todo el mundo deben levantarse para apoyar con firmeza las exigencias, las luchas, los levantamientos de ese pueblo que ha tenido que soportar el yugo extrangulador del imperialismo. Que las masas mismas de Haití sean las que administren directamente sus recursos, es la exigencia que se debe levantar en todo lado.  ¡Fuera imperialistas de Haití!